Las narraciones que leímos en la infancia permanecen siempre en nuestra memoria.
De su contenido y de su lenguaje nos llega una marea de experiencias emocionales -y las palabras para poder expresarlas- que no se pueden obtener fácilmente de otro modo.
Estas narraciones son lugares de encantamiento, misterio, sorpresa, miedo y -por encima de todo- consuelo, y no hay mejor lugar para expresarlos que los libros infantiles.
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