La verdad sobre Celia es un libro duro. Una historia de ficción dolorosamente real, que rompe los esquemas del lector, y lo introduce en un mundo onírico, en el que nunca puede estar seguro de nada.
De su autor, Kevin Brockmeier, ya había leído (sin mucho éxito, todo hay que decirlo) otro libro que me desconcertó por completo. Parece ser que lo de producir cierta desazón es una especie de firma personal, por que también me ocurrió con este libro.
De La verdad sobre Celia, no me gustaron mucho ni la estructura ni el desarrollo de la historia. El primero consiste en una serie de relatos más o menos breves, algunos de los cuales no tienen ninguna relación con la historia principal y que no terminas de encajar del todo. El segundo resulta un tanto aburrido, gracias a las escenas superfluas, descripciones innecesarias y un argumento que juega al escondite todo el rato con el pobre lector.
La historia es sencillamente arrolladora. Nuestro protagonista, Christopher Brooks, autor de libros de ficción, escribe a raíz de la desaparición de su hija Celia, una serie de relatos donde la realidad y la imaginación confluyen. En esencia, es un libro dentro de otro, en el que el autor nos describe el mundo de las pequeñas y grandes ausencias, de lo cotidiano como modo de refugiarse del dolor, del paso del tiempo cuando uno ya no sabe ni que esperar. Todas estas emociones tienen su contrapunto en las exhaustivas explicaciones de la vida material, no solo del protagonista, si no de un pueblo entero. Aún así, el desenlace te deja una enorme sensación de vacío. En realidad no puede decirse que tenga conclusión.
Resumiendo, La vida de Celia, no es apta para estómagos sensibles. No engaña, hace sufrir de principio a fin. Pero, como la vida, también enseña algo.
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