El intentar abarcar casi 30 siglos de historia de la información hace que el interés de los capítulos sea desigual. Los primeros y últimos capítulos son un tanto prescindibles: los primeros por la lejanía y los últimos por la obviedad de lo que nos es cotidiano.
Otros capítulos son bastante oscuros y mal resueltos como el de la computación cuántica o el de la Genética.
Sin embargo hay tres capítulos: el dedicado a Shannon, el que trata sobre la entropía y el que versa sobre la aleatoriedad son tan claros, amenos y sugerentes que justifican un notable para este libro.