C. J. Cherry tuvo un gran apogeo en los ochenta. Novelas de aventuras briosas pero aderezadas de tiempos narrativos para llevar la trama de manera consistente le hicieron un notable ejemplo de escritora de ciencia ficción. Junto con la aventura además filtraba en sus personajes matices de personalidad que los hacían imprescindibles para las historias que contaba a tal grado que esas operas-space que escribió trascendían hacia el dramatismo necesario para trascender el gusto popular y llegar a tener una buena apreciación de la crítica.
Eran años en los que cualquier aventura tenía que huir de las fórmulas fáciles del pulp.
“La estación Downbelow” arranca con un conflicto a escala galáctica e incluyendo en este a seres humanos y extraterrestres, agrupados en los clanes tan sui generis de mercaderes que obran en toda la obra de la escritora. Es decir, al crear toda una cultura que incluye un entorno socio-económico, Cherry le dotó necesariamente de credibilidad gracias a una serie de personajes bien trabajados y dilemas bien creíbles. Esta novela es una muestra de esto.
La estación del título se ve afectada y poco a poco va quedando a la deriva porque las relaciones humanas dentro de ella van explotando y destruyendo la base del acuerdo de convivencia que debe existir en un lugar como este. Y es esto, las relaciones humanas, el tema de esta novela. La tensión, la belicosidad , la incomunicación crecen dentro del contexto de un conflicto que parece lejano hasta que afecta la vida y la posibilidad de supervivencia. La crónica que hace Cherry es espectacular y a la vez serena para contarnos como la tecnología, representada por esa plataforma estacionaria con centenares de habitantes, es algo tan lejano a la hora de dirimir las pasiones y los intereses económicos de los grandes grupos que detentan el poder.
Un gran logro que va más allá de las aventuras ordinarias de un space opera.