Además de ciertas debilidades disculpables —como los buenos cigarros, la buena mesa y Jean Harlow—, Groucho Marx ha demostrado, en ocasiones, sospechosas tendencias hacia la literatura. "Las cartas de Groucho" constituyen hoy un documento revelador de sus aficiones, odios y amistades. Dentro de esta masiva correspondencia se deslizan páginas memorables en cartas dirigidas ya sea a un club de Hollywood ("no me interesa pertenecer a ninguna organización social capaz de aceptarme como miembro"), ya sea a la Warner Brothers («Ustedes pretenden ser los propietarios de Casablanca y nadie puede utilizar ese nombre sin su permiso. ¿Y qué hay de la Warner Brothers? ¿También son propietarios de eso? Probablemente tengan derecho a utilizar el nombre de Warner, pero ¿y el de Brothers? Profesionalmente nosotros éramos Brothers mucho antes que ustedes»), o a T.S. Eliot («no sabía que fuera usted tan guapo»). Irónicas, feroces, tiernas, sarcásticas, desdeñosas, agudas, siempre divertidas, "Las cartas de Groucho" no sólo son una obra maestra de la literatura epistolar, sino también una expresión particularmente afortunada del ingenio de uno de los grandes humoristas de nuestro tiempo.